Va creciendo poco a poco entre un secarral inhóspito esa fina y delicada amapola
Se va abriendo poco a poco, con fuerza y una sonrisa. Se la ve dispuesta a vivir su vida, corta pero dulce y hermosa.
Pasan miles de personas frente sus ojos ya aburridos y ella, ahí plantada no piensa en otra cosa que en viajar salir de ese trozo de tierra y conocer mundo. Un día una niñita de un par de años que paseaba con sus padres ingenua y despreocupada la mira, y con una sonrisa la arranca y se la regala a su madre que tras ponerla en su pelo sigue andando de la mano de su hija. Aquella amapola ya era feliz, tenia su deseado viaje que aunque sabia que seria corto le merecía la pena el echo de salir de allí un solo segundo.
Es esa amapola que acaricia al viento con sus aterciopelados pétalos como tus labios rojos que no puedo olvidar cuando me besaban.
Es esa amapola tan dulce y perecedera como nuestros besos furtivos entre arboles, a escondidas como si creyéramos que amarnos era un pecado, que nadie debía saberlo.
Son tus labios rojos como esas amapolas que crece entre lo horrendo.
Son tus labios tan fugaces al pasar por los míos como el viaje de la amapola.
Es tan triste tu voz cuando hablamos por teléfono a la lejanía como las tristes lagrimas de aquella niña que se sintió culpable al sentir que la había matado pero sin poder adivinar que cumplió el único y mayor deseo de la vida de aquella hermosa y aterciopelada flor.
Viajar