Llegó un día, apareció como de la nada y su mirada tierna me dejó ver el toque infantil de su rostro.
Llegó un día y sin darme cuenta nuestras caderas chocaban, nuestras manos se rozaban casi sin querer.
Llegó un día y me acarició el rostro, la miré y pensé que algo tan dulce, tan suave y tierno no podía ser cierto. Entonces habló y en el temblar de sus palabras me di cuenta de que todo era igual de irreal para ella.
Llegó un día y beso mis labios, y probó mi cuerpo y de un golpe comprendí la utilidad de todo lo aprendido en mi vida hasta ese instante.
Llegó un día en el que con una rodilla en el suelo y una caja entre las manos me pidió que me mudara con ella a un lejano país, fue entonces cuando comprendí porque había sido tan perfecto.
Llegó un día a un país que ahora me suena lejano y probamos las incertidumbres de los viajes, y porfín llegamos a comprender que nuestro hogar estaba en nosotras y en nadie más.
Me pidió que lo dejara todo por ella y sin dudarlo solo le dije que me iría si era tan solo el primer puerto de nuestras largas vidas.