Dejé la luz encendida para no dejar entrar a mis demonios y, aún así, entraron, entraron e hicieron daño a la único que no debían dañar, dañaron la estabilidad, dañaron la confianza y luego, a plena luz del día salieron y pude verlos, pude verlos tranquilos paseando por el cuarto, riendo al ver mi intento de lucha, admirando mi frustración y disfrutando de mis días de absoluto cansancio, de los días que, muy probablemente, estaría dispuesta a rendirme.
Y ahora les apago la luz pero, algunos aprendieron a brillar en la oscuridad y, si les enciendo la luz ya no les asusta acercarse cada vez un poco más a mi cama porque, ya saben que no gritaré, que no lloraré, ya saben que rompieron la caja donde estaban las sensaciones.
No te dejes atrapar por ellos.