Cada noche, entre lagrimas recordaba aquel momento y con una mezcla de miedo y rabia realizaba con su dedo indice una señal en su colchón, siempre el mismo lugar y siempre la misma marca.
Esta marca era suave y delicada como acostumbraba a ser ella antes de que aquel momento ennegreciera sus pasos.
Hoy, ella, acercó su dedo al colchón para, una vez mas, realizar esa marca con su dedo indice, y en un momento de lucidez transitoria se dio cuenta de que el rozamiento de su dedo sobre el colchón había hecho que este quedara marcado, tan marcado como su corazón tras aquellos ataques de lujuria.
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