Agarrarte a unos ojos que ya no observan, si quiera miran de refilón los tuyos pero no mas que intentando adotar una nauseabunda rutina sin sentido.
Agarrate a un cuerpo que ya no es cuerpo sólido sino la columna de humo que dejó levantada su presencia de hace años.
Insisitir en un recuerdo que ya no es recuerdo vivo, sino el vago recuerdo de lo que ya murió en el alma.
Apoyarte en un vaston de caduca madera que ya no es madera, ni arbol, ni vida, sino una asquerosa monotonía, un enervante toc, toc, toc, toc... como el traqueteo de un caballo ya viejo que parece tener la silla incrustada a su viejo lomo.
Reiterar en un perfume, que ya no perfuma sino apesta por tu afan de no abrir la ventana y renovar el aire, aire ya caduco que te mantiene en tu sueño.
Aislarte en recuerdos, miradas, apoyos que no eran mas que un espejismo de tus deseos.
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