Me echaré a volar.


Acérquense a centímetros de mí o aléjense a kilómetros porque, voy a desplegar mis grandes y pesadas alas.

Empezaré a aletear de un momento a otro y se que al principio nos dolerá el respirar por todo el polvo que voy a levantar, se que algunos os vais a marchar. Estoy segura de que me constará respirar, que me agotaré y que durante un tiempo me parecerá inutil seguir aleteando y, aunque me duerma cada noche pensando que mi sueño de rozar el sol es imposible, a la mañana siguiente volveré a crear ese polvo con la misma fuerza.

Porque llegará un día en que remonte el vuelo, llegará el día en que mis alas rocen el sol y se, que ese día cuando mire abajo los tendré a mis pies con todo el cuerpo lleno de polvo y una sonrisa blanca y enorme.

Ese día llegará y mis alas irán perdiendo tamaño y esas enormes y pesadas alas se irán haciendo pequeñas y ligeras. Será entonces y solo entonces cuando vuelva a pisar tierra sabiendo que nunca perderé las alas.

La enfermedad de la nostalgia.


Tenía tantas ganas de estar con él, que ya lo veía en cada esquina, la locura se apoderaba de ella y si cerraba los ojos e inspiraba con fuerza era capaz de escuchar su voz, ronca, dulce, cercana. "Cuánto te he echado de menos"
Cuando reía era capaz de escuchar su risa como en un eco lejano, cálida y cercana.
Cuando se tumbaba en la cama, con los ojos ya casi cerrados por el sueño, era capaz de entre ver por sus pestañas su nítido rostro.
Algunas veces, incluso se despertaba en mitad de la noche porque lo sentía a su lado, sentía sus caricias, sus besos, sus miradas

Vivió durante días, semanas y meses, la espera. Vivió siempre en ese anhelo constante.

Mientras, él en casa se preguntaba por qué ella ya no le hablaba, por qué ya no se despertaban con mensajes de buenos días o se despedían con un buenas noches, por qué ella ya no era como antes.

Simplemente ella había sido atrapada por el eterno sueño de la nostalgia.

Déjate llevar



Te tumbas en la cama nada más despertar. 

Miras el techo y te preguntas qué pasará ahora.

Sin saber por qué, tienes una lágrima corriendo por tu oído. 

Piensas por qué y te das cuenta de que, en esta vida, en realidad, nada tiene un porqué, que las cosas simplemente pasan.

 Entonces, dejas que pase, dejas que corra, dejas que tu alma llore sin pensar en desgracias ni en alegrías, sin pensar, solo dejas que tus ojos se limpien y que tu mente descanse en paz del estrés del día a día.

Lidiemos esta guerra.

Trincheras de guerra que creamos en tu cama
Trincheras de una guerra pacifica
Trincheras de una guerra que todo hombre debería lidiar
Trincheras de la única guerra que el hombre debería pugnar

Trincheras que abandonas por miedo
Trincheras que abandonas ansiando la libertad
Trincheras a las que fuimos por gusto
Trincheras que dejamos por deber patrio.



Tristes guerras
si no es amor la empresa
Tristes, tristes.

Tristes armas
si no son las palabras
Tristes, tristes

Triste hombres
si no mueren de amores
Tristes, tristes.

Miguel Hernandez

Cuánto.


¿Cuántas veces deseaste escribir sin saber el qué?
¿Cuántas veces deseaste hablarle pero en tu mente solo aparecían negativas?

¿Cuántas veces quisiste llorar y acabaste riendo?
¿Cuántas veces quisiste dejar de sentir y aún así te vendiste a las caricias del viento?

¿Cuántas veces dijiste amar a alguien y todo era simple aprecio?
¿Cuántas veces dijiste hasta pronto aunque sabías que era un adiós eterno?

¿Cuántas veces sentiste que te faltaban mil cosas por vivir pero te echaste a dormir?
¿Cuántas veces sentiste terror pero lo abrazaste con más fuerza?

¿Cuántas veces miraste unos ojos vidriosos y los ignoraste?
¿Cuantas veces miraste unos ojos que te mandaban mensajes cruzados y decidiste evitarlos?

¿Cuántas veces te sentiré antes de verte?
¿Cuántas veces te veré antes cansarme de sentir?

"Te quiero"

-Y ¿os dijisteis "te quiero"? - Preguntó con una mirada que derrochaba intriga y alegría.
-Pues, no - Dije yo mirando el humo que hacía un segundo salía de mi boca.
-¿Tan bonito y ni un te quiero? - Volvió a preguntar extrañada.
- ¿Para qué? Siempre lo mismo, soltamos los te quiero como si fueran palabras estrictamente necesarias para mantener una relación. Puedo quererlo o no quererlo eso poco o nada importa para darme el gusto y, aunque lo quisiera y lo dijera ¿ qué podríamos ganar, un "y yo" casi tan vacío como mi "te quiero"? - di una calada a mi cigarro, solté el humo cerré los ojos un segundo y, proseguí - lo siento si te defraudo pero ya no voy a decir más palaras protocolariamente correctas, me niego, quiero que cada una de mis palabras salga del corazón, quiero tener que pensarlas que me duela un poco o nada decirlas, emocionarme, sonrojarme, quiero sentir ese hormigueo en la tripa cuando diga una palabra importante.
-Joder chica, yo solo quería que me confesaras que se te ha clavado en el alma porque, yo te lo noto, no sabrás quitártelo de encima.
Y con las mejillas sonrojadas, la mirada perdida y una voz inquebrantable dije:
- Eso nunca lo sabremos, lo que si puedo decirte es que aun hoy seguiría guardando el "te quiero" en una caja muy escondida de mi trastero.

+Y que siga allí. Mientras las miradas hablen, los besos expresen, los abrazos se sientan y las risas abunden, la necesidad del "te quiero" se mantendrá en su valor mudo porque, una mirada vale más que mil "te quiero"s

Solo son historias.

Besos que no llenan
Sexo que no grita
Respiración que no se ahoga
Palabras que no susurran
Miradas que no perturban
Caricias que no se erizan

Una historia más que vana


Besos que te ahogan
Sexo que susurra
Respiración que perturba
Palabras que se erizan
Miradas que te llenan
Caricias que se gritan

Una historia más que llena.